Empezaba nuestro último día por tierras holandesas y, como nuestro vuelo salía por la tarde y después de comer nos teníamos que ir hacia el aeropuerto, nos quedamos en la ciudad para acabar de hacer algunas visitas y algunas minicompras.
Desalojamos la habitación y dejamos las maletas en la consigna del hotel. Al estar justo al lado de la estación de Sloterdijk no nos suponía nada pasar de camino al aeropuerto para recogerlas.
Subimos al bus en el que sería nuestro último desplazamiento hacia el centro de la ciudad con destino Begijnhof, que se encuentra en la plaza Spui.
Begijnhof es un remanso de tranquilidad en el centro de Ámsterdam; se trata de un patio rodeado de casas, entre las que se encuentra la casa más antigua de la ciudad. El nombre de este lugar se puede traducir como patio de beguinas, que eran mujeres que vivían como monjas pero que no habían tomado los votos. En el patio, además de viviendas, también hay una capilla y una pequeña iglesia. Se estima que el lugar data del año 1300 aproximadamente. Debe ser bastante curioso vivir aquí actualmente, siempre recibiendo visitas de turistas.
Begijnhof |
Es conveniente tener en cuenta que se trata de una propiedad privada y, pese a que se puede visitar libremente, debe hacerse con respeto.
La casa más antigua de la ciudad |
Tras el paseo y algunas fotos, nos fuimos paseando hasta Jordaan para callejear por el que dicen que es uno de los barrios más bonitos de la ciudad. Sorprendentemente, por el camino nos encontramos un pequeño parque con columpios en el que la enana pudo disfrutar ‘haciendo de niña’. Realmente una de las cosas que echamos en falta son lugares de juego para niños… igual los hay, pero no son nada ‘visibles’.
Paseando comenzamos a buscar un lugar para comer; acabamos en un lugar llamado Jur eetcafe (Egelantiersgracht 72-74) en el que comimos súper bien. Después de tirarme todo el viaje preguntando en los lugares donde comíamos por jarras de agua (llevándome numerosas decepciones, lamentablemente), aquí que no las pido había… Así que si os queréis ahorrar unos eurillos, siempre pedid agua! Por si acaso!
Callejeando por Jordaan |
Después de comer, nos compramos un helado, seguimos paseando un poco y encaminamos hacia Centraal Station mientras entrábamos en algunas tiendas de souvenirs para comprar alguna chorrada. El día se estaba torciendo y tampoco íbamos a hacer mucho más ya por allí… empezó a llover de forma considerable cuando nos faltaba poco para llegar a la parada de bus; nos fuimos de Ámsterdam y aún no había parado! Qué suerte tuvimos con el tiempo, la verdad… una tarde así te fastidia todos los planes.
Pasamos por el hotel a recoger las maletas y nos fuimos hacia Schipol en tren. Es un aeropuerto monstruosamente grande, así que nuestra intención era localizar la puerta de embarque y, si sobraba tiempo, hacer alguna que otra compra de última hora. Al final no pudimos comprar nada, todo quedaba demasiado lejos…
Cuando anunciaron el vuelo fuimos a preguntar si por ir con cochecito teníamos entrada preferente (no la pretendíamos, pero en Barcelona nos lo dijeron ellos) y nos contestaron que no, con unas formas un poco… secas. Esta contestación ya nos hizo ver que la atención que recibimos por parte del personal de Transavia no iba a ser la misma que en Barcelona (que fue fantástica)… nos obligaron a facturar una de las maletas de manos que llevábamos porque ‘en Ámsterdam siempre se miran los tamaños’ (y no cabía en el minicompartimento que tienen para medir); no sirvió de nada el hecho que fuéramos 3 y lleváramos únicamente 2 maletas, ni el que fuéramos con una niña pequeña y el tener que facturar nos obligara a esperar la maleta facturada (llegábamos a las 21.00 a Barcelona, si no había retrasos). Otra cosa que no nos gustó demasiado fue que nos hicieran dejar el cochecito en medio del pasillo hacia el avión (ya lo cogeremos nosotros, nos dijeron).
El vuelo salió casi en hora y llegamos a Barcelona más o menos cuando estaba previsto… el mosqueo que llevábamos con el personal de tierra de Transavia volvió a renacer cuando al salir nos dijeron que teníamos que ir a buscar el cochecito a la zona de equipajes (en el vuelo de ida lo teníamos en la puerta!). Tras un rato de espera en la zona recuperamos la maleta facturada obligatoriamente en la cinta asignada; no obstante, el cochecito no salía… tras unos momentos un poco de nervios, acabamos enterándonos que había que ir a la zona de equipajes especiales (en una esquina de la zona de recogidas) a buscarlo; esto deberían avisarlo… una chica que venía de Sofía tenía una crisis nerviosa porque se pensaba que había perdido el cochecito de su bebé y luego resultó que estaba en los equipajes especiales.
Nuestro viaje tocaba a su fin… salimos del aeropuerto, esperamos el bus que nos llevara al parking de larga estancia y a casita! Cena rápida (cortesía de la mama) y a dormir…
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