Comenzaba nuestro último día de escapada; esa noche ya dormiríamos en casa. No obstante, teníamos planificado hacer algunas paradas y visitas mientras nos dirigíamos hacia Terrassa.
El día amaneció feo y lluvioso. Tras un desayuno muy casero servido por los propietarios de Les Florentines en el que se desvivieron dando atenciones a la pequeñaja de la familia, cargamos los bártulos y emprendimos el camino de vuelta.
La primera visita que íbamos a hacer en el día bajo una lluvia incansable fue Gorges de Galamus. Se trata de un cañón por el que pasa el río Agly y que tiene un paso de montaña bastante estrecho (no permite el paso de dos coches de forma simultánea) con una longitud de unos dos kilómetros.
En realidad no se trata de un monumento propiamente dicho, pero las vistas que se ofrecen por el paso son espectaculares.
Gorges de Galamus – Inicio |
Vistas desde el final del cañón; abajo a la derecha se observa el Eremitorio de San Antonio |
No está excesivamente lejos de Carcassonne y es una de las visitas diferentes que se pueden hacer por la zona (y que a mi me gustan tanto :P). Por supuesto, no se trata de un lugar desconocido, pues hay un buen número de coches que pasan en un sentido y en otro, pero tampoco es que sea algo multitudinario (y menos con el tiempo que hacía).
La siguiente parada en el viaje de vuelta era el pueblo de Lagrasse, considerado uno de los pueblos más bonitos de Francia. Aquí cometimos el fallo de no volver a pasar por Gorges de Galamus y coger la carretera; no hicimos caso al GPS y acabamos dando un vueltón considerable, por carreteras bastante malas. Tardamos más de hora y media en llegar al pueblo.
Llegábamos con el tiempo justo para comer (las 14.00); sabíamos que íbamos tarde y no teníamos ni idea de lo que nos íbamos a encontrar para comer. En la calle principal había varios restaurantes o similares, pero en ninguno nos dejaron comer; era tarde y estaban llenos. Esto era un imprevisto importante en nuestro día… como último recurso nos acercamos a un pequeño hotel que estaba algo retirado y, por suerte, pudimos comer allí. El lugar, llamado Hostelerie des Corbieres, ofrecía un menú por 25 euros que estaba delicioso; además, era un lugar muy agradable, amplio y con bonitas vistas. Fue, sin duda, la mejor comida de esta escapada (y la más cara, aunque no por mucho).
Tras reponer fuerzas y ya bastante más relajados, nos dimos una vuelta por el bonito pueblo; en estos lugares al final lo que toca hacer es callejear… pese a que no había mucho movimiento (por lo que sabemos en verano se llena bastante), era muy agradable pasear por sus tranquilas calles.
Plaza porticada |
Al otro lado del río, pasando por el Pont Vieux (de 1303) se encuentra el lugar más conocido de este pueblo: La Abadía de Sainte Marie.
Río Orbieu |
Pont Vieux |
Por supuesto, esta abadía es ‘visitable’, pero si se quiere visitar entera hay que hacerlo con dos entradas diferentes; resulta que durante la Revolución Francesa fue dividida en dos partes y así se mantiene; una parte es gestionada por el Ayuntamiento y la otra por una comunidad de canónigos. Es curioso ver dos entradas diferentes, totalmente independientes; para no enfadar a nadie, no entramos en ninguna de las dos partes y nos quedamos dando un agradable paseo por sus alrededores.
Abadía de Lagrasse |
Torre fortificada – Inacabada |
A media tarde nos subimos al coche y hacia casa; en poco más de 3 horas (con parada tras pasar la frontera para reponer gasolina y estirar las piernas) estábamos en casa.
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